Crecimiento económico: ni desarrollo ni progreso social
Los pueblos no aspiran a engrosar arcas patrimoniales, solo aspiran a tener buenos gobiernos que piensen en el derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, a medios de transporte dignos, a buenas calles y mejores caminos, a producir y a trabajar sin ser molestados o incomodados.

Salen a protestar en medio de la pandemia y lo hacen contra todo riesgo de contagio, porque estiman que el gobierno es más peligroso que la COVID-19. Foto: EFE.
Cuando los pueblos salen a protestar, a acreditar su presencia en las calles, cosa que suelen hacer en las capitales de las provincias o en los departamentos de las naciones y cuando no en la propia capital de la nación, cuando lo hacen, insisto, sobre todo en medio de una pandemia causada por la COVID-19, es porque esos pueblos consideran y califican como más peligroso a sus propios gobiernos que al propio virus de la COVID-19.
Lo ocurrido, recientemente, en la hermana República de Colombia, donde el gobierno optó por llevar al Congreso de la Nación un Proyecto de Ley de Reformas Tributarias y pretender agravar con terribles incrementos tributarios o impositivos a las grandes mayorías nacionales, dejando en total paz, como santuarios intocables o como vacas sagradas, a los empresarios que más ganan y más ingresos suman a sus arcas empresariales o corporativas.
Ello trajo, como consecuencia, que las grandes mayorías de esa nación, como un todo hermanado, cientos de miles de voluntades expresadas en un solo ideario de reivindicación y de justicia social, se movilizaran y volcaran a las calles para protestar contra el Gobierno tras la propuesta de semejantes medidas tributarias.
El pensamiento de que salen a protestar en medio de la pandemia, y que lo hacen contra todo riesgo de contagio, es porque esos pueblos estiman que el gobierno es más peligroso que la COVID-19, confieso, no es de mi autoría, sino que la idea estaba plasmada en una enorme pancarta que lucían los manifestantes en Colombia.
No entendemos cuál es la lógica que utilizan los gobiernos para atropellar impositivamente a los pueblos. Reitero, tienen como intocables, en materia impositiva, a los que más ganan, a los ricos, que son quienes engrosan sus arcas patrimoniales, y optan los que gobiernan por agraviar al pobre, a los obreros, a los que salen día a día, como dice la Biblia, tras el arduo trabajo diario, a ganarse el sustento cotidiano.
No entendemos, tampoco, la lógica o razonabilidad de los gobiernos abyectos que entran en contubernios sospechosos y en complicidades ruines con carísimos intereses crematísticos o de un amiguismo que se ha fraguado a las inmediaciones del poder.
Será porque estiman o sienten que se deben a esos sectores poderosos de la economía antes que al pueblo que, con el voto, creyendo en ellos, los pone en la cima del poder político de una nación. ¡Craso error!
En Panamá, recientemente, el Ministro de Economía y Finanzas, Licdo. Héctor Alexander, anunció al país que los números de nuestra contabilidad nacional estaban en rojo, y refirió la necesidad de recurrir a los organismos internacionales, nuevamente, lejos de toda iniciativa propia de una correcta agenda de Estado, y ello con el objetivo de plantear empréstitos en el orden de seis mil millones.
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El Gobierno Nacional ha venido, a diestra y a siniestra, haciendo alarde, sobre todo en el 2020, de un pernicioso endeudamiento, circa varios miles de millones de dólares y, el argumento principal, no es otro que el de combatir o de enfrentar la pandemia causada por la COVID-19.
Frente a esta situación, dicen haber gastado cientos de millones de dólares, todo lo cual contrasta, frente al eslogan de que era dinero para enfrentar la pandemia, el escenario crudo de las enfermeras que reclaman el pago de salarios no devengados, médicos que jamás fueron considerados en su dignidad al servicio de la salud de los panameños, y que son maltratados; también las carencias sin fin de materiales e implementos médicos y sanitarios, en los hospitales y centros de salud del país, desempleo, hambre, conflictos sociales, etc..
Y qué decir del encarecimiento perverso de los medicamentos que, entretanto, en otras latitudes valen centavos, para el pueblo panameño cuestan no pocos dólares y el gobierno no hace nada. La indiferencia raya con el cinismo y el sarcasmo.
¿Dónde están los dineros? Se pregunta la nación entera. Cuando un pueblo sale a protestar es porque estima que la protesta es su mejor herramienta para reivindicar, no sus intereses particulares, sino para que se respete el derecho a vivir con dignidad y decencia de ser humano.
Los pueblos no aspiran a engrosar arcas patrimoniales, solo aspiran a tener buenos gobiernos que piensen en el derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, a medios de transporte dignos, a buenas calles y mejores caminos, a producir y a trabajar sin ser molestados o incomodados.
En ese orden de ideas, no entenderemos, jamás, cómo aquí no pocos corrieron dizque a festejar el 1 de Mayo, Día Internacional del Trabajo, cuando tenemos cientos de miles de trabajadores que bajo el cintillo hipócrita de contratos suspendidos, en el fondo, lo que fueron fue despedidos y todavía no se da muestra de que se les reivindique o reintegre a sus puestos de trabajo.
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El Ministro de Economía y Finanzas, todo el Gobierno Nacional, quienes nos rigen y administran nuestro erario público, no pueden hacerse la vista gorda o ser indiferentes al tema de la explotación perversa de nuestros recursos naturales, que como el cobre, tras los grandes ingresos que genera su explotación por corporaciones foráneas, a nuestro Estado solo se le da un miserable 2% de esos cientos y millones de dólares que se generan. ¡Dios bendiga a la Patria!.
Abogado.