Migrantes sirios resucitan aldea en Alemania
- Katrin Bennhold
Cuatro años después de que llegaron los sirios, Golzow ha cambiado, y los departamentos vacíos tienen nueva vida.
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Cuatro años después de que llegaron los sirios, Golzow ha cambiado —para bien, opinan casi todos los lugareños. Foto/ Laetitia Vancon para The New York Times.
GOLZOW, Alemania — La invitación era arriesgada, y el alcalde Frank Schütz lo sabía.
¿Traer inmigrantes sirios a su remoto poblado alemán, donde la extrema derecha antiinmigrante es popular y muchos residentes de por sí ya se sienten ciudadanos de segunda clase?
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“Una locura”, opinó la estilista. “Imposible”, concluyó un agricultor.
Sin embargo, era la única forma de salvar la escuela en Golzow que, como muchas zonas rurales de la antigua Alemania Oriental comunista, perdió un tercio de su población en los años posteriores a la caída del Muro de Berlín.
En el verano del 2015, al tiempo que miles de migrantes se abrían paso a Alemania, el número de niños en edad escolar en Golzow había caído a un nivel sin precedentes.
No iba a haber un primero de primaria. Pero entonces, Kamala, Bourhan, Hamza, Nour, Tasnim, Ritaj, Rafeef, Roaa, Mohammad el grande y Mohammad el pequeño llegaron con sus padres. “Los sirios salvaron nuestra escuela”, dijo Schütz.
Los 16 sirios que se establecieron en esta aldea de 820 habitantes representan la misma proporción de la población que los aproximadamente 1.5 millones que llegaron a nivel nacional después del 2015.
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Su historia es evidencia de que debajo de los temores que avivan el populismo en la democracia más grande de Europa, la integración de cientos de miles de migrantes funciona.
Cuatro años después de que llegaron los sirios, Golzow ha cambiado. Departamentos vacíos tienen nueva vida. En la feria del girasol, hay repostería árabe colocada junto a pays de manzana alemanes. Cuando el conserje de la escuela necesita ayuda para barrer las hojas, los padres sirios figuran entre los primeros en ofrecerse como voluntarios.
Sin embargo, cuando Schütz reunió a los pobladores para explicar por primera vez su idea de llevar sirios, hubo mucho escepticismo.
También Halima Taha se sentía escéptica. “¿Alemania Oriental? ¿Estás loca?”, le dijeron sus amigos sirios por teléfono después de que su familia fue trasladada en autobús desde Berlín a un centro para refugiados en la región oriental y finalmente a Golzow, recordó Taha. No les agradan los extranjeros, le dijeron sus amigos. Es peligroso.
Pero entonces, ambas partes hicieron un esfuerzo. Taha, de 32 años y madre de tres hijos, quien habla alemán, recordó las flores y los juguetes que llevó el alcalde a su nuevo hogar. Los habitantes donaron artículos como platos y un juego de cuernos.
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Taha les dijo a sus hijos que saludaran a todos los lugareños en la calle —en alemán.
Un punto decisivo fue la protesta en el poblado en octubre del 2015, algunos meses después de que habían llegado los sirios. Residentes furiosos abuchearon a un político regional que intentó persuadirlos de que también albergaran a docenas de hombres jóvenes refugiados en el gimnasio de la escuela.
Taha tomó el micrófono. Dijo que también a ella le preocupaba que hombres jóvenes fueran albergados enseguida de la escuela, así como la capacidad del poblado para aceptar a más refugiados. “Yo también, me preocupo”, dijo, con lo que se ganó a muchos de los escépticos antiinmigrantes.
Taha, quien era farmacéutica en Siria, trabaja en un asilo en Golzow. Sus hijos hoy hablan alemán con fluidez. Y la familia planea solicitar la ciudadanía.
“La aldea es como una familia”, dijo Taha. “Y ahora somos parte de esa familia”.
Victor Homola contribuyó con reportes a este artículo.
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