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Se cumplen 40 años de la trágica muerte de José María Arguedas

MÉXICO - Publicado:
Hace cuarenta años, un 2 de diciembre de 1969, el escritor peruano José María Arguedas murió tras dispararse un tiro en la cabeza: cerró de esa manera el trágico destino de un hombre escindido entre la cultura occidental y una sensibilidad netamente andina.

A pesar de ser autor de una de las obras más importantes de la literatura peruana, Arguedas sucumbió ante la depresión y, el 28 de noviembre de 1969, se disparó con una pequeña pistola que lo llevó a la muerte cuatro días después.

Nada pudieron contra sus fantasmas la admiración de los intelectuales, ni el cariño de los modestos hombres andinos, a los que defendió a capa y espada contra el abuso y la postergación de siglos, y cuyas costumbres estudió a fondo como etnólogo.

Muchos aseguran que tuvo una vida marcada con fuego durante sus primeros años, cuando sufrió el maltrato de su madrastra y fue destinado a criarse junto a los sirvientes indios, con los que llegó a identificarse plenamente.

Lo cierto es que fue un hombre sensible en extremo y que cualquier crítica lo llevaba a cuestionar el valor de su obra.

Es célebre un debate sobre su novela "Todas las sangres", en el que sociólogos y antropólogos lo criticaron por no haber reflejado "a plenitud" el mundo andino, olvidando que se trataba de una obra literaria.

Arguedas nació en la localidad andina de Andahuaylas en 1911 y a lo largo de 58 años forjó una sólida obra que rompió con el costumbrismo e incluso trascendió al indigenismo, para darle gran entidad literaria a las historias de los hombres andinos.

Salieron así de su pluma libros capitales como "La agonía de Rasu Ñiti", "Los ríos profundos" y "Todas las sangres", así como "El zorro de arriba y el zorro de abajo", su testamento literario publicado dos años después de su muerte y que trató de reflejar el impacto de la migración andina en la costa.

Con estudios de Literatura en la Universidad de San Marcos de Lima y una especialización en Etnología, también visitó Francia y España, donde rastreó las raíces de la cultura andina en las comunidades de la provincia de Zamora.

Tras obtener numerosos galardones, como el Premio Nacional de Fomento a la Cultura, Arguedas fue nombrado en 1963 director de la Casa de la Cultura Peruana y luego del Museo Nacional de Historia.

Afectado ya desde años antes por una profunda depresión, que le impidió escribir durante un quinquenio y le llevó a un primer divorcio, Arguedas se casó en 1965 con la chilena Sybila Arredondo, quien años después estuvo presa en Perú acusada de presuntos vínculos con Sendero Luminoso y solo volvió a su país en el 2002.

Poco antes de suicidarse, Arguedas había entregado el primer capítulo de "El zorro de arriba y el zorro de abajo" para que fuera publicado en la revista Amaru, que dirigía el poeta Emilio Adolfo Westphalen.

En ese capítulo, el escritor narraba cómo iba desarrollando la novela y los conflictos personales que afrontaba, entre ellos su deseo de suicidarse utilizando una pistola, tal como finalmente sucedió.

En un testimonio ofrecido a inicios de este año, el pintor Fernando de Szyszlo, uno de sus mejores amigos, admitió que Arguedas fue "una persona que padeció de los nervios" y que "siempre se sintió un extranjero en Lima".

"Creíamos que eso (sus comentarios sobre el suicidio) era literatura y al poco tiempo se pegó un balazo en el baño de la Universidad de La Cantuta, y él no murió instantáneamente", lamentó Szyszlo.

El psicoanalista Santiago Stucchi Portocarrero, estudioso de su obra, considera que Arguedas pudo ser víctima de una "propensión biológica" a la depresión y dice que, aunque no se puede tener certezas, cabe preguntarse en qué medida esta dolencia psíquica contribuyó a forjar su obra.

Más allá de esto, este difusor del arte y la música andina es admirado por reconocidos colegas suyos como Mario Vargas Llosa, quien llegó a dedicarle a su obra el libro de ensayos "La utopía arcaica".

También Alfredo Bryce Echenique colocó a sus obras entre los libros de su vida, junto a los de sus compatriotas César Vallejo, el francés Stendhal y el español Miguel de Cervantes.

Y es que con el paso de los años, la obra de Arguedas cobra mayor relieve en un país que ha profundizado el mestizaje entre su raíz andina y occidental, acercándose al sueño de este escritor trágico que supo ser "muy nacional" sin aislarse del mundo, según destacó el crítico literario Ricardo González-Vigil.

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