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Armonía entre concepto y arte
Manuel Orestes Nieto - Publicado:
Asus 35 años, Arlés del Río Flores ya navega a sus anchas por los océanos de la creación artística.Sabe qué quiere, hacia dónde va, qué resortes interiores disparan sus mensajes pictóricos y qué multiplicidad de herramientas –antiguas y de recientísima tecnología –necesita utilizar, en cada caso, para plasmar sus ópticas, visiones e imágenes inyectadas de conceptos sobre el mundo presente, de lo que piensa y le intriga, de lo que siente y le seduce, de lo que presiente y le hace sonar las alarmas, del barrio, del país amado, y siempre trasmitiendo, amasando y mezclando.Afiliado, sin duda, al arte conceptual contemporáneo, no es, sin embargo, un oficiante del facilismo ni de la fantasmal y altisonante erudición vacía; no se suscribe a códigos elitistas de obras herméticas o a la reproducción de trucos baladíes que intentan hacer pasar por arte lo que es, la negación artística.El mismo título que ha escogido para la reunión de las piezas de esta exposición y que provienen de diversas series y momentos de su quehacer intenso: Xlibrio, indica que sus obras contienen la fusión armónica entre el concepto y el tacto artesanal, febril y cuidadoso, que es lo mismo que decir: el encuentro estrepitoso entre el arte y la vida.En una metáfora exacta sobre su obra habría decir que en un abrazo dos cuerpos se transustancian y se produce una tercera imagen: la del afecto.Equilibrio que es la fundación consciente de un lenguaje inteligible de y para nuestro tiempo.Su arte está vulcanizado de ideas reflexivas y de recursos técnicos que Arlés del Río ha optado por entremezclar en el espacio sutil y vasto a la vez de la libertad del artista y la honestidad creadora.Son facturas nítidas, resultados pictóricos elaborados sin fugas ni grietas.Indaga a fondo objetos, hechos, historias e incluso lenguajes; oye, atento, ruidos y también sinfonías de ondulaciones de láser y pinta en su silencio o en medio del estruendo.Se esmera en desentrañar paradojas del aquí y ahora, y ensambla la idea con el objeto, naciendo en movimiento la imagen animada o la escultura que te cuenta sin mirarte.Más allá de la neutralidad en el ejercicio pictórico, de la reproducción simple de la realidad o del gélido lienzo “bien pintado” pero mudo, Arlés del Río se atreve, se arriesga y se sumerge en una idea precisa y es allí donde su cabeza se vuelve mortero, aspa de avión o propela de barco y entra en sus propios vendavales; sus manos actúan echando mano a los medios que le sean útiles para poder incrustar la escena, la situación que ha concebido o el objeto que es la traducción lúcida de la idea que ha pasado por una feroz e implacable forja.Al mirar sus pinturas y sus objetos artísticos, uno confirma lo que sospechaba: que hace ya un buen rato decidió -con su arte conceptual y toda la gama de instrumentos aplicados y modernos- pisar el acelerador pictórico porque le bulle –felizmente- en su interior, el indudable y acrisolado artista que es.