No hagan que algo bueno parezca malo
Este desbarajuste comenzó a perfilarse desde que tomaron la pésima decisión de permitir que los dueños de caballos intervinieran en el proceso de manejo de la administración del laboratorio con eso de aportar dinero para el financiamiento de las operaciones del mismo.
No hagan que algo bueno parezca malo
Para nadie es un secreto que desde un inicio expresamos nuestra aprensión cuando se decidió que las muestras de orina de los ejemplares que compiten en Panamá fueran enviadas a labotarios en el extranjero, bajo la excusa de que el Laboratorio de Análisis de Drogas del hipódromo estaba fuera de servicio.
Nos pareció un homenaje a la desidia que se optara por desligar al Estado panameño de su responsabilidad contractual de mantener, administrar, dirigir y cuidar que esta dependencia, vital para la trasparencia de espectáculo hípico, funcionara cabalmente. Pareciera que era más fácil achantarse y no hacer nada.
El asunto después se fue degradando – en términos de costos- hasta el punto de que se decidió hacer un sorteo para definir qué muestras serían llevadas al extranjero en abierta violación del Reglamento de Carreras, a la vez que se dejaba la puerta abierta para que muchos entrenadores decidieran “rifárselas”, puesto que las probabilidades de que las muestras de sus ejemplares pasaran por el rigor de un examen de laboratorio, estadísticamente se minimizaban.
Cabe recordar que todo este desbarajuste comenzó a perfilarse desde el momento que la empresa que administra el hipódromo y la Junta de Control de Juegos tomaron la pésima decisión de permitir que los dueños de caballos, mediante una de sus agrupaciones, intervinieran en el proceso de manejo de la administración del laboratorio con eso de aportar dinero para el financiamiento de las operaciones del mismo. Se convirtieron en juez y parte; dando lugar así al desenfreno que, eventualmente, los llevaría barranco abajo.
El panorama actual nos plantea que el poder está en manos equivocadas. Resulta ahora que la voz cantante sobre qué, cómo, cuándo, dónde, a quién y porqué se aplican las sanciones, restricciones, prohibiciones y demás, emana de donde no debe y, tanto la empresa que administra el hipódromo, la Junta de Control de Juegos, así como la Comisión Nacional de Carreras, se han convertido en meros altoparlantes de un sector cegado por el poder, en lugar de asumir la posición de reguladores y fuentes equilibrio, como mandan las leyes y los contratos vigentes.
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Saldrán ahora a decir que el suscrito defiende a los tramposos. Obviamente que no, y por eso censuramos que se estén manipulando los procesos, que se persiga selectivamente y que se extralimiten en su actuar con la pantomima de que están buscando la transparencia. Les preguntamos: ¿Transparencia para quién? ¿A costa de qué? ¿Bajo el amparo de qué? ¿Motivos por qué? ¿Regulados por quién?
Hemos tenido acceso a notas, resoluciones y notificaciones que se han girado a la sazón de este tejemaneje de las sustancias positivas, los entrenadores “dopeadores” y la justicia selectiva de la cual la hipica también se ha contagiado, por la falta de carácter y la desidia del ente regulador. La mayoría de esos documentos son una vergüerza, legalmente hablando, porque en su mayoría son producto de presiones y no de la sana crítica, como dirían los abogados. Se están ignorando recursos y se han emitido y aceptado documentos cuyo contenido es sospechoso, por decir lo menos.
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Queda de consuelo que falta poco tiempo para haya cambios, tanto en la dirección gremial como en el ente regulador, para que así cesen los caprichos, vuelva a imperar el derecho y que el peso la ley y los reglamentos les caiga de manera equilabrada a todos mediante jueces sensatos y dirigentes respetuosos que tengan la voluntad genuina de que el que la hace la paga, sin importar quién sea ni de dónde venga. Mientras no sea así, a nosotros no nos encontrarán dándole respaldo a algo malo, aunque nos lo quieran disfrazar de bueno.