desde Madrid
Las nuevas bases
No se dice nada de la edición en términos estéticos y profesionales y se vuelve a dejar de lado la difusión internacional de los ganadores, pieza esta clave para la nuestra cultura.
- Pedro Crenes Castro (Escritor)
- - Actualizado: 15/3/2015 - 12:16 am
Creo que no se hablado tanto de bases como en estos últimos meses. Y no son las viejas bases estadounidenses en territorio panameño, ni las que se robaba en los ochenta Rickey Henderson, si no las discutidas, revisadas y hace unas semanas presentadas bases del Premio Nacional de Literatura “Ricardo Miró”.
Sin lugar a dudas ha sido un gran acierto revisarlas e invitar a algunos escritores a participar en esa tarea a fin de modernizar el Premio y darle agilidad. Se queda el “desierto”, bien, el género ensayo se libera de las temáticas anuales, mejor, y se incentiva la puesta en escena de las obras de teatro, excelente. Alegría por una parte, pequeña, pero hay que reconocer que son un gesto, una línea a seguir para mejorar de aquí en adelante.
Quiero insistir, ya lo he hecho en otros artículos, en el tema de la difusión que se queda, como siempre, muy corta, poco ambiciosa. En un punto de las bases se compromete al autor con unas giras promocionales de su obra, pero se insiste en imprimir mil ejemplares de las obras ganadoras, con lo que eso cuesta y con lo mal que se está haciendo este trabajo. No se dice nada de la edición en términos estéticos y profesionales y se vuelve a dejar de lado la difusión internacional de los ganadores, pieza esta clave para la nuestra cultura.
Dicho esto: el INAC no es una institución que de por sí merezca todas las críticas y ningún elogio. No es el enemigo. Me sumo a la tarea de ponderar aciertos y expresar críticas que construyan una mejor gestión de la cultura panameña de la cual todos formamos parte, pero sin dejarnos atrapar por buenismos o soluciones tibias. Los motivos de mi posición, solo nuestra cultura.
El INAC no es el enemigo, insisto, lo es el inmovilismo, la cerrazón y la confrontación sin ningún objetivo, lo es el constante ver la paja en el ojo ajeno sin darse cuenta uno de la viga que lastra en el propio. El momento “desierto” pasó, se cometieron errores, hubo palabras de más y de menos pero ahora toca seguir construyendo.
La cultura es de todos, y al INAC se le confía la gestión y difusión de la misma, no es su patrimonio ni parcela y bien lo saben en la institución. Será bueno para todos que el diálogo, la aceptación de críticas constructivas y la escucha eficiente a las voces que rodean a la dirección, sean una constante además de una política de inversión valiente y continuada en la internacionalización de nuestra cultura. Hay recursos, sumémosle a estos ganas institucionales.
Las bases son un buen inicio y están para ceñirse a ellas. Ya no vale presentarse al Premio y luego quejarse del mismo. Pero queda mucho por mejorar. En este punto recomiendo lo que hizo Juan Marsé en 2005 con el Premio Planeta, participes o seas jurado: si no te gusta, déjalo, si te parece mal algún aspecto, denúncialo, dilo en público. En su recién publicada biografía, se dan las claves de este asunto que resolvió con aplomo el escritor, con consecuencias, claro, no se perdonan ciertos desplantes, pero la narrativa de Marsé le salva de todo eso. Y en esto último meditemos: rigor literario.
Nosotros, creadores y público en general, tenemos que estar atentos a cómo se está realizando la gestión cultural, que se paga con el dinero de todos, pero sin bombardeos destructivos, colaborando, construyendo, aplicando la aritmética de la excelencia: sumar voluntades, restar orgullos y egoísmos, dividir las cargas para sobrellevarlas mejor y multiplicar el esfuerzo. Estas son las matemáticas culturales que nos hacen falta con urgencia.
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