Desde Madrid
La nostalgia que nos escribió Ricardo Miró
Muchos panameños no recuerdan los versos de Miró, que no son dogma, pero que son vinculantes con aquello que se llama patria. Las nuevas generaciones se están criando alejadas de su historia...
- Pedro Crenes Castro @pcrenes
- - Actualizado: 30/11/2014 - 05:40 am
Hace tiempo que las fiestas patrias se me vistieron del otoño que le leí a Rafael Alberti en mi infancia en Calidonia. Recuerdo, casi todos los noviembre de fiestas patrias y tricolores en sepia, el poema El otoño otra vez, en especial estos versos: Otoño silencioso de este bosque, / ¿me estoy desvinculando de la patria, /alejando, perdiéndome?/Haz que tus hojas, que se lleva el viento, /me arrastren hacia ella nuevamente/y caiga en sus caminos/y me pisen y crujan/mis huesos confundiéndose/para siempre en su tierra.
Camino por Madrid, el frío aprieta en ráfagas heladas de viento. No hay un Ancón coronado de tres colores, ni parquecito de la Cuchilla donde se icen banderas panameñas. El viento frío hace que tremole sobre el cielo madrileño la rojigualda española que tantas filias y fobias genera. Panamá está allá o allí, pero siempre lejos en el tiempo y la distancia.
Ricardo Miró nos escribió la nostalgia desde Barcelona, por allá por 1909. Su gran poema, ese segundo himno que es para nosotros Patria, está construido con girones de distancia y tiempo, anhelos de futuro y recuerdo, desde este lado del mundo. No existe poema más nostálgico y evocador de la patria como este que Miró nos escribió cuando sus pies pisaban las calles de una Barcelona española y siempre moderna.
Ricardo Miró, desde lejos, evoca a la patria. Uno no entiende este poema hasta que el Hado dispone que se atraviese el mar, o una mínima frontera que te aleja de el corazón del universo. Panamá, nacida mucho antes de 1903, carga en el alma de los que aquí nacen, o de los que se dejan seducir por ella, una nostalgia que la adhiere a la tierra. Miró, rodeado del repicar de las torres del viejo mundo, explota en nostalgia que se siente y reconoce que ninguna de las torres de acá consigue sonar en su alma como las de la Catedral, como las de su infancia.
Hoy, muchos panameños no recuerdan los versos de Miró, que no son dogma, pero que son vinculantes con aquello que se llama patria. Las nuevas generaciones se están criando alejadas de su historia, de las razones y emociones de lo que es ser panameño. El discurso patriótico ha sido sustituido por el patrioterismo de pacotilla que dibuja en hielo seco letras muertas que no son Panamá, que son una falsa reproducción de aquello que es ser panameño. Urge que recuperemos nuestras raíces, despojados de una vez por todas de exageraciones patrioteras: tenemos que dotarnos de historia, literatura y música, volver por senderos retorcidos o no que nos vinculen con un tiempo que pasó pero que hemos de hacer volver con urgencia.
Un país como el nuestro, con una memoria histórica tan corta, está condenado a ser convertido en mano de obra barata y servil.
Miró nos escribió la nostalgia de nuestra tierra. Ojalá que, llegando al final del mes de la patria lo desempolvemos de olvido e indiferencia y lo volvamos a leer y se lo recitemos al alma nuestra para que no se olvide de donde viene. Un ejercicio intelectual que nos reconcilia con la poesía como arma cargada para disparar ráfagas de razón y criterio. Panamá necesita más que nunca de patriotas que lleven su país en el corazón y no en pines de bandera en la solapa o calcomanías en el carro. Panamá es mucho más que eso: panamá es un estado, estado de alerta y memoria, estado de nostalgia, como la que Miró nos escribió en Patria.
* (Escritor)
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