Sabor Amor
Necesito despertar, un cafecito, por favor...
Esta mañana fue una de esas en que justamente en el momento en el que sonó mi despertador me encontraba en la mejor y más deliciosa etapa del sueño. Estoy segura de que me deben comprender, aunque en general nunca es fácil separarse
Esta mañana fue una de esas en que justamente en el momento en el que sonó mi despertador me encontraba en la mejor y más deliciosa etapa del sueño. Estoy segura de que me deben comprender, aunque en general nunca es fácil separarse
- Nicole Puello ([email protected])
- - Publicado: 23/4/2014 - 12:00 am
Esta mañana fue una de esas en que justamente en el momento en el que sonó mi despertador me encontraba en la mejor y más deliciosa etapa del sueño. Estoy segura de que me deben comprender, aunque en general nunca es fácil separarse de las sábanas, hay días en que se hace aún más difícil de lo normal, y 10 o 15 minutos después aún seguimos dormidos y dentro de esta fase en la que todos los músculos de nuestro cuerpo están tan suaves y relajados como los de un bebé cuando descansa profundamente.
Hasta llegar a mi oficina todo lo que hice en el trayecto fue bastante automático y honestamente no lo recuerdo casi, y es que me hacía falta mi dosis diaria de ese maravilloso líquido que tiene la capacidad de devolverme la vida, mi deliciosa y milagrosa tacita de café mañanera. A este delicioso néctar le dedicaré mi columna de hoy.
La semana pasada durante uno de los días feriados, mientras cenaba con algunos amigos y hacíamos una cata de cervezas, hablábamos sobre gustos adquiridos y uno de los asistentes mencionó que la primera vez que probó una cerveza no le gustó para nada, y que con los años es que fue desarrollando el gusto por esta bebida. En ese momento pensé que ese había sido exactamente mi caso con el café, y cómo lo que inició como una rutina por necesidad para combatir el sueño, se fue convirtiendo en un momento de disfrute.
En Vancouver había fácilmente una cafetería por cuadra, podías encontrar desde la típica cadena americana de café de moda, cuyo nombre no mencionaré y que comparo con el Mcdonalds de las cafeterías, hasta miles de lugarcitos pequeños y operados por dueños independientes, donde usualmente se conseguía el café de mejor calidad. A pesar de que podías encontrar variedades de todas partes del mundo, lo que siempre sentí, sin importar qué tan buena fuese la taza, es que usualmente estaba un tanto aguado para mi gusto, y es que creo que los latinos en general estamos acostumbrados a tomar nuestro café bien fuerte.
Una vez regresé a vivir a Panamá y probé mi primera taza de café local, entendí por qué siempre me había sentido así estando allá y es que la diferencia se apreciaba inmediatamente. Viviendo en Miami fue lo opuesto, y es que como sabemos en esta ciudad vive una gran comunidad cubana y ellos definitivamente saben de buen café, viviendo ahí fue la primera vez que probé una colada, yo le llamaba el espresso en esteroides, lo que te entregan al pedirla es una minitaza con un café sumamente fuerte y dulce que es acompañada con varios vacitos de tamaño miniatura, ya que está hecha para compartir por lo intenso de su sabor, con una porción de aproximadamente una cucharada, créanme, era suficiente para mandar a cualquiera correr unos 5km.
A mi novio y a mí en busca de esa taza perfecta se nos ha hecho costumbre pedir café en cada lugar que vamos, hemos encontrado algunos muy buenos y otros no tanto, pero en general creo que vamos por muy buen camino, ya que esto se está convirtiendo poco a poco en tema de culto y hay muchos panameños especializándose en el tema. En general, opino que en Panamá es posible encontrar una buena taza en muchos lugares.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.