Los fantasmas
¿Han escuchado acerca de los fantasmas?; esos infelices seres que divagan en la transparencia de las sombras, cual núbil y detectable reflejo, que detalla a simple vista, sus figuras borrosas, su ropa y sus rostros también difusos? Pobres criaturas sus conciencias deambulan en la magnitud del limbo espiritual. Es un universo paralelo; el universo espectral de las almas errantes. En ocasiones se adentran en nuestros sueños y se comunican con nuestra conciencia, emitiendo mensajes con sus espectrales voces. Tratamos de entenderlos pero todo es inútil; aquellas voces se tergiversan, tejiendo en el hilo del silencio, incoherencias sicológicas. Pensamos; sin saber que soñamos ¿Por qué no le entiendo? ¿Qué ocurre? En aquel momento se despejan las telarañas de la mente y cobramos conciencia, percatándonos que estamos en un sueño, y deliberamos en disfrutar la grata presencia de nuestro fallecido ser querido. Conversamos con él, lo abrazamos, sin importarnos que él está muerto. Qué probablemente sea un desvarío de la mente o la grata alma de nuestro amor fallecido. Que puede ser un padre, una madre u otros seres queridos. Lo abrazamos porque nuestros sentimientos se despiertan al verlos tan rozagantes, tan naturales que en aquellos instantes de ensueños nocturnos nuestra dormida mente divaga y razona, concluyendo después de la primera reflexión, que aquel sueño es la realidad; que la ausencia de nuestro, ser amado fue sólo una pesadilla. El revés nos desvaría y nos distrae de la crueldad de la vida. Respiramos aliviados y conversamos, cuanto conversamos con ellos, desahogando nuestra conciencia con gestos de atención y cariños extremos. Luego despertamos y lloramos, cuánto lloramos su ausencia, pero el corazón se reconforta con el inmenso amor espiritual de nuestro creador, nuestro padre celestial.
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